Hoy no me puedo levantar — Privado — Rodrigo.

La luz había entrado en la habitación de Sofía como si de un sable láser se tratara. El dolor de cabeza no se hizo de esperar y la infanta intentó esconderse bajo la almohada, pero una vocecilla le recordó que había quedado con su hermano. Con su puto hermano, corrigió en su cabeza. Ese que estaba constantemente enfadado por cosas que A) ella no había hecho o B) estaban exageradas. Con un gruñido muy poco femenino se levantó de la cama, dispuesta a darse una ducha.

Con su largo pelo recogido, unas Ray Ban tapando sus ojeras y todo su amado maquillaje en su sitio, caminó hacia el íntimo café donde habían quedado. Bueno, "íntimo". Cuando la prensa sabe que es el sitio favorito de reunión de la mitad de la gente importante cuando está en Londres deja de ser íntimo, pero cuando Sof lo lee en la prensa le hace mucha gracia. Giró en sus Converse para abrir la puerta, sonriendo al ver de reojo al último paparazzi, parado en la esquina. Le mandó un besito y entró, por fin, al establecimiento. No le costó mucho encontrar a su hermano, que la esperaba sentado en una mesa.

Mientras su fino vestido de verano ondeaba, un camarero muy nervioso tartamudeó no sé qué tonterías en inglés. Sofía se quitó las gafas y, mientras las guardaba en el bolso, señaló a su hermano.

—Estoy con él. Un café con leché, dos azucarillos, y un muffin de chocolate, gracias —dijo, en perfecto inglés.

Después se sentó delante de Rodrigo con un suspiro y conteniendo las ganas de levantar una ceja. Seguro que le soltaba un laaaargo discurso. ¿Qué tocaría hoy?

Su hermano no le dirigió la palabra. Sofía estaba cada vez más tensa, aquello no era lo normal. Lo normal sería que le hablara con lo que la morena llamaba "tono de rey": lento, diplomático, ensayado. Ella asentía y prometía que no volvería a hacerlo y él se quitaría la máscara y volvería a ser su hermano normal, el que era capaz de reírse y la regañaba por su exceso de sombra de ojos.

La infanta recogió el artículo que le entregó, dudosa. No tardó en encontrar el motivo de la cara de su hermano. Un titular exagerado, una foto de Rodrigo en el último acto social en el que había aparecido y una noticia llena de medias verdades. En resumen: su hermano se había besado con un hombre (su mejor amigo). Sof levantó una ceja, eso ya lo sabía. Había hablado del tema con su hermano apenas hacía unos días. ¿Qué hacía en la prensa? Eso era una buena pregunta, pero al fin y al cabo uno de los pasatiempos de la morena era reírse de la cantidad de mentiras que escribían por ahí y casi nunca le daba importancia a esa clase de cosas.

—Sé que estabas preocupado por esto pero, ¿por qué estás enfadado conmigo? ¿A qué viene toda esta seriedad? Son la misma mierda una y otra vez, Rodrigo.