Drink | privado

Siempre antes de la fiesta venía el calentamiento y no podían esperar menos de Agatha para ser la encargada de llevarlo a cabo sin error alguno. Habían dejado la casa de uno de los del grupo con al menos tres botellas de Tequila entre todos, listos para consumir un poco más en el bar, porque detrás de aquél cuerpo delgado se escondía el barril sin fondo que había desarrollado desde hacía ya más de diez años ― Que los órganos de Sangre Azul son mejores ―, al menos esa era su vaga excusa.

El gran grupo se bajó en el bar teniendo la entrada disponible para ellos, con una sonrisa en labios saludó con demasiado afecto al hombre que se encontraba en la puerta, asegurando la entrada las próximas veces que decidiera ir al lugar. Fue recibida por el bullicio de la música, las luces no ayudaban cuando su mirada ya parecía desenfocada pero ella no lucía un vestido adapto a su figura y que apenas le cubría sólo para quedarse tranquila.

Se hizo espacio hasta llegar a la barra y con un simple movimiento de manos el bartender le llenó sus tres shots, esos mismos que eran ritual para una buena noche ― Si los críos tienen cuentos para dormir, yo puedo tener esto ―, un vicio por otro ¿No? Que al menos no pensaba aspirar nada aquél día. En menos de lo esperado ya estaba dando vueltas en el lugar para reencontrarse con su gente cuando se topó con alguien, duró un par de segundos en reconocerlo y cuando lo hizo una sonrisa más efusiva de lo normal y probablemente como resultado del alcohol se posó en sus labios. ― ¡Marja querida! ― exclamó antes de que sus brazos envolvieran el cuerpo de la castaña. ― Ven, ven, esto merece celebración ― Y otro trago.

Siempre era la misma historia. Londres se convertía en el lugar perfecto para armar una pelea, para desatar toda esa frustración y decepción que se creaba durante los días que se encontraba en Ámsterdam. Que si realmente había necesitado insultar a ese miembro de la realeza, que si sus vestidos debían ser tan cortos, que si disfrutaba siendo una vergüenza pública. Conocía las frases de memoria, y era jodidamente estresante.

Ni siquiera había planeado el salir cuando ya se encontraba quemando los neumáticos de su auto para salir de allí, azotando la puerta con tanta fuerza al dejar el comedor donde tenía una acalorada discusión con sus hermanos mayores que estaba segura de que había hecho trizas más de una ventana. No iba a quedarse sentada escuchando lo decepcionados que estaban de ella mientras Katherine era tomada como el buen ejemplo, pues si querían tener una puta razón para sentir vergüenza por estar emparentados con ella, estaba segura como el infierno de que les regalaría el gusto.

Tragos directos de la botella, shots que no paraban de llegar y un par de líneas de polvo feliz fueron suficientes para quitarle el grueso manto de estrés de encima, dejándola en un estado tan risueño que no podía evitar reír a carcajadas. Las luces iban y venían como borrosas manchas coloridas, y Marja gritaba a todo pulmón mientras giraba sobre sus talones para alzar las faldas de su corto vestido. Su plan era besar hasta no sentir los labios, llevarse al más atractivo a casa y dejar tan manchado su nombre aquella noche que aparecería en los diarios al día siguiente.

Sus giros se vieron interrumpidos por un abrazo que aceptó sin rechistar, separándose para parpadear un par de veces hasta identificar de quién se trataba—. ¡Perra mayor! —chilló volviendo a abrazarla, dejándose arrastrar por la mayor como había hecho en tantas ocasiones antes—. Dime que Nicholas no sabe que estás aquí porque me matará —comentó en tono burlesco, relamiendo sus labios con la mirada fija a un grupo de hombres en la pista—. Puta mierda, mejor que sí sepa. Que sepa todo lo que haré hoy —Para que así se avergüence más de mí.

Ante la simple mención de su prometido, la vizcondesa levantó una de sus manos duplicando la cantidad de tragos que beberían para celebrar aquél reencuentro, no le extrañaba que ya para ese momento el hombre le hubiese puesto un GPS para seguir su día a día pero si aún no había aparecido era porque las evasivas que había planteado con tanto cuidado estaban surgiendo efecto.

Bebió el primero para luego tenderle su homólogo a la morena y mirarla fijamente. ― Nena, si tu hermano sabe que estamos aquí juntas, creo que no estaríamos teniendo esta conversación ― le explicó ella en tono burlesco, desvió la mirada a los hombres a los cuáles Marja parecía comerse con la mirada examinándolos sin importarle que ellos se dieran cuenta, nadie iba al gimnasio para terminar así de buenos sin el fin de llamar la atención del sexo femenino ― Han hecho un buen trabajo ―, pero Agatha no se rebajaba a cualquiera, tenían que valer la pena.

Sin pensarlo mucho más tomó otro de los tragos bebiéndoselo a fondo blanco. ― ¿Viniste sola o acompañada? ―. Redundante, ese momento en que su boca parecía separarse de sus cerebro y todas las clases o educación aprendida en los años parecía ir desvaneciéndose en el espacio.

En aquél lugar no buscaban una buena mente, sino unas buenas piernas dispuestas a abrirse y ella, joder, ella era flexible cuando deseaba serlo. ― Porque el de verde te come con la mirada y estoy muy segura que tú quieres hacer sus sueños realidad ― murmuró más por lo bajo sin quitarle la mirada de encima al hombre al que se refería, cuando Agatha estaba con la chica trataba de cuidarla entre lo que podía, sentía una especie de responsabilidad sobre ella, demostrarle cómo se jugaban las cartas sin salir perdiendo.