Todo queda en familia → ELEANOR

Ese día, Eleanor había llegado dos horas antes de lo acostumbrado al Club Ecuestre. La razón era que durante el fin de semana estaba ocupada, era la típica temporada que la agenda se llenaba de compromisos sociales que no podía eludir sin quedar como una mala amiga. Así que salió más temprano de las oficinas de la revista para pasar más tiempo con sus caballos, pues se sentiría muy culpable dejándolos a cargo de los cuidadores durante varios días.

Desde pequeña había adorado a los caballos, recordaba con exactitud aquel verano en que su madre les había llevado a ella y Vincent al club para anotarlos en clases de equitación. Cuando fue creciendo comprendió que en realidad lo que estaba buscando su madre era una manera de tenerlos distraídos lejos de casa para que no presenciaran tantos enfrentamientos entre ella y su padre. Cuando pensaba en ello, resultaba un recuerdo más bien agridulce, pero no al menos tenía que agradecer a su madre haberle dado el empujón para conocer la gran pasión de su vida.

Luego de colocarse las botas y el casco, galopó junto a Leda a la pista de obstáculos. A esa hora el club no estaba tan abarrotado, era la ventaja al venir más temprano. Estuvo con Leda casi una hora, eso le pasaba con frecuencia pues al montar casi siempre perdía la perspectiva del tiempo. Cuando descendió de su lomo de vuelta a los establos, tenía intención de echar un vistazo al pequeño Apolo pero alguien la interrumpió. Su primer instinto al escuchar semejante comentario fue una furia encendiendo sus entrañas, pero cuando la sorpresa se disipó supo que para su desgracia no podía tratarse más que de una persona en todo el mundo.

Sintió la mano sobre su hombro, girándose con una expresión de disgusto. Lo peor era que efectivamente ahí estaba su hermano, sonriéndole con ese gesto que era capaz de engatuzar a cualquiera. vincent siempre había tenido ese tipo de personalidad arrolladora, era el sol, que eclipsaba todo a su paso. Pero para Eleanor no era más que el necio de su mellizo.

—¿Esas son las cosas que le dices a las mujeres para conquistarlas? ¿En serio? ¡Por eso siempre te metes en líos de faldas!— exclamó, dándole un golpecito cariñoso en el costado. Luego le echó los brazos al cuello, sin importarle que estuviese sudada, pero hacía mucho que no veía a ese idiota. Hubo una época en la que hacían prácticamente todo juntos, de niños eran los mejores compañeros de juegos— ¡Creí que todavía estabas fuera del país! ¿Por qué no me dijiste nada? Ya sé, querías matarme de un susto ¿cierto?— añadió al final, arrugando la nariz y sacándole la lengua de manera juguetona.

Su relación con Vincent era bastante compleja, al principio eran inseparables, tenían la misma edad y sus padres les llevaban juntos a todos sitios. ¿Cómo no vivir pegada a su hermano? Poco a poco, cuando las personalidades de ambos acabaron por forjarse, quedó claro que ambos eran como el agua y el aceite. Aún así, Eleanor no cambiaría al idiota de su hermano por nada del mundo.

Lo cierto era que muchas veces cuando estaba agobiada o especialmente por cosas que escapaban a su control, una sola plática con su hermano bastaba para hacerla sentir mejor. Incluso si la estaba sacando de sus casillas como ahora, siempre acababa por ponerse de mejor humor. Frunció el ceño enseguida cuando el necio de Vincent se refirió al supuesto mal olor de los condimentos de la comida hindú. Si esto fuera en plena adolescencia seguro le habría metido ya un buen golpe.

—¡No huelen mal! Lo que pasa es que tú no sabes apreciar una buena comida, no intentes llevarme la contraria porque sabes bien que estoy hablando en serio— exclamó señalándolo con el dedo de manera acusadora.

Ladeó el rostro hacia Leda, quien a estas alturas estaba comiendo tranquilamente la avena en su establo. Le habría gustado echarle un vistazo a Apolo, pero supuso que los planes de su hermano no sonaban tan mal. Excepto por la parte que acababa de comprar un local nocturno en Londres.

—¿Compraste un local nocturno en Londres? Supongo que es para poder llevar a todas las chicas que te gustan en un solo sitio, eres terrible hermanito— rió mientras negaba con la cabeza. Que Vincent dejara caer que tenía un lío de faldas considerable en su haber hizo saltar sus alarmas. ¿De qué podía estar hablando?— ¿Cómo que no me vas a contar? Creo que me lo creería todo, ¿no me vas a decir que me harás tía, cierto?— comentó escandalizada, de sólo imaginarse la expresión de su padre con semejante noticia la hacía reír a carcajadas. Le dio un codazo a su hermano, para que avanzara lentamente hacia la salida de los establos— no te escudes preguntando por mí, que sigo tan soltera como siempre, y a diferencia tuya me porto bien— añadió al final sacándole la lengua.

No estaba mintiendo, Eleanor era bastante comedida en sus relaciones. Se había llevado una que otra decepción, experiencia suficiente para que se lo pensara dos veces antes de elegir con quién invertía su tiempo personal. Era la filosofía de mejor estar sola que mal acompañada.