you are the best part of the night — C. F

Los fin de semanas siempre eran momentos espectaculares, momentos idóneos para olvidar las responsabilidades; olvidar que la vida podía ser un lugar frío e inhóspito. Lottie, con su vestido color azul eléctrico y con sus amigas como sus compañeras de noche, iban con la completa intención de sacarse el peso de encima, de sonreír una noche sin preocupaciones y olvidarse de quiénes eran: y que al día siguiente — sobre todo en su caso — tendría que dejar la resaca de lado para trabajar. En aquella tela delgada, agradeciendo a Neptuno que estaban en la mejor época del año por lo que la brisa nocturna era agradable y cálida, la morena entró serpenteando sus caderas al ritmo de la música.
No, no se debe malinterpretar. Charlotte no era una mujer suelta, ni mucho menos fácil; pero había algo que ella consideraba apropiado. Si se debía disfrutar, se disfrutaba a concho, alcohol y hombres incluidos.

Una sonrisa en su rostro apareció en el instante en que las puertas se abrieron de par en par y el trío de mujeres ingresó en el recinto. — ¡Lottie! Vamos a bailar — Su mejor amiga agarró la mano de la tercera rueda del trío y se acercaron a la pista de baile, mientras a su alrededor los hombres comenzaban a lanzar miradas poco discretas en su dirección. Ella, en cambio, aún tenía su trabajo en mente. — Necesito un trago bien cargado — murmuró casi al aire, sin preocuparse en que alguien la pudiese escuchar: no cuando la música superaba los niveles normales, impidiéndole incluso escuchar sus propios pensamientos. Se acercó a la barra, tomando al primer barman que encontró, incluso aunque él estaba atendiendo a otro muchacho antes de ella a quién Lottie ignoró olímpicamente. Al menos por el momento. — Me das un vodka negro. Si se puede con bebida. ¡ah! y dos hielos.

12:43 de la madrugada. — Charlotte W. McKinnon junto a C. Francesc Dedrick. La noche está cálida, caliente, si se puede decir de otra forma. Pero especial para una noche de juerga.

Francesc no es como su padre. Deberías comportarte de mejor manera, entiende que no eres más un chiquillo ¡Aprende a ser adulto!.

Las frases de su madre le resonaban en la cabeza una y otra vez. Como detestaba esos sermones que le daba cada jodido día. ¡Ella no tenía el derecho! No era la culpa de Francesc que su difunto padre hubiera muerto tan pronto, al rubio jamás se le había dejado vivir su adolescencia en paz, siempre había algo más que hacer, que decir. Era por eso que ya a sus veintisiete años estaba más descarriado que nunca.

Emergió de su automóvil cerrando la puerta tras de si, con una fuerza desmedida. Acababa de pelear con su madre porque se le había ocurrido llevar a una chica a casa con la idea de que terminaran como pareja algún día. Él rubio estaba cansado de tanto alboroto por las cosas, él solo deseaba disfrutar.

Entró al bar con una sonrisa seductora en su rostro y unas ganas de divertirse inmensas. Observó por momentos a las mujeres que bailaban en la pista, buscando a una que le llamara la atención. Francesc era especialmente cuidadoso al elegir las mujeres con las que terminaba. Dejó su pasatiempo de lado mientras iba a la barra y pedía ese tan ansiado whisky y es que él rubio tenía gustos caros, por algo se los podía permitir— Whisky en las rocas, por favor— comentó al barman, con ese tono de autoridad que solía tener desde siempre. Asintió al barman mientras miraba la pista de nuevo, hasta que una voz le interrumpió, una voz que le pareció sumamente mal educada al dirigirse al barman que le estaba atendiendo. Francesc se giró hacía ella, sus rizos castaños ocultaban su rostro aunque le parecía haberla vito antes—Perdona, no te fijaste que me estaban atendiendo a mi — murmuró, moviendo su mirada y su cuerpo para poder verle el rostro a la muchacha y cuando lo vio no pudo más que medio sonreír—Charlotte — sentenció con un poco de diversión en esos ojos claros—Un poco más de respeto, querida — acarició la palabra mientras su mirada viajaba por el cuerpo de la chica. La noche había mejorado de una manera muy interesante.

12:43 de la madrugada. — Charlotte W. McKinnon junto a C. Francesc Dedrick. La noche está cálida, caliente, si se puede decir de otra forma. Pero especial para una noche de juerga.

Era cierto que Lottie no era una mujer que tenía incorporado en su día a día —ni menos en su hora a hora— las buenas enseñanzas que se impartían con severidad en los hogares en donde se veía obligada a trabajar para poder pagar su carrera de abogacía. Es por eso que, a pesar de haber visto que el barman estaba atendiendo a otra persona antes que a ella, ¿qué mierda importaba si interrumpía? Tampoco es como si se fuese a dedicar a charlar de su vida con el joven que le trajera sus gotas de alcohol necesarias para la noche. Sin embargo, cuando escuchó la voz correspondiente al joven al que había interrumpido —¡estúpida Charlie! Aprende a mantenerte alejada de idiotas— y el mundo pareció haberse burlado de ella. ¿Te querías divertir? ¡Pues no! Saluda a tu jefe. La muchacha miró a su alrededor por unos segundos, como si de esa forma quisiese escapar de la intensa mirada de Francesc que sentía sobre su cuerpo, deteniéndose con especial interés entre su abdomen y su torso, intentando ignorar nuevamente las mariposas —idiotas, idiotas— que revolvían su estómago cuando quedaba bajo la mirada del castaño claro.

— No pensé que le... te pudiera molestar si quitaba dos segundos de tu precioso tiempo. Solo quiero el vodka e irme a pasarla bien. — La verdad es que su tono de voz había revelado que su presencia la había incomodado. ¿Cómo no, cuando pretendía dejar todos sus problemas de lado y el solo hecho de verlo y de preciar sus ojos la ponía tan nerviosa? ¿Cómo podía conseguir el objetivo de la noche si seguía mirando al hombre que le movía el piso pero que jamás podría hacer nada con respecto a ello? El barman, quién limpiaba unos vasos con lentitud parecía estar sumamente entusiasmado en la conversación de los muchacho, quién a pesar de que se veían diferentes en el exterior —él de ojos azules, cabello medio rubio, hombros anchos y fortaleza por doquier mientras que ella era una menuda y delgada blanca de cabello oscuro y ojos marrones— la verdad era que por dentro eran mucho, pero mucho más asimétricos. Había un universo entre ellos, que los distanciaba pero ahora mismo no era momento para dejarse arrastrar por la molestia de la vida. El joven preparó el trago de Francesc mientras la muchacha se sentaba al lado del castaño. — ¿Y ese milagro que está divirtiéndose en vez de encargarse de la política? — preguntó, en voz baja, sabiendo que, a pesar de que era una figura pública al muchacho no le gustaba causar tanta conmoción.

12:43 de la madrugada. — Charlotte W. McKinnon junto a C. Francesc Dedrick. La noche está cálida, caliente, si se puede decir de otra forma. Pero especial para una noche de juerga.

Francesc era un hombre sumamente observador y los pequeños detalles que cambiaban y mutaban en las expresiones de la muchacha que servía en la casa de su padre, su casa, se corrigió a si mismo en pensamientos divergentes. No obstante volvió a centrar su mirada profunda en Charlotte. ¡Ah! como adoraba el nombre de la muchacha, otra cosa que no le diría aunque su vida dependiera de ello. Después de todo, el verla así, despertaba muchas cosas que él sentía por ella.

Obvio que le molestaba, su tiempo era oro, pero quizás ahora no era el momento de venir con esos arranques de arrogancia, con ella se iba a comportar a su medida, a la medida que a ella le gustara. A Francesc le gustaba enamorar a las mujeres y luego dejarles, después de todo eran su entretenimiento de unas cuantas semanas—Trátame como un igual, Charlotte —su tono aún sonaba autoritario—Lottie —rectificó al hacer memoria de como solían llamarla sus amigas en casa; Él duque pasaba mucho tiempo prestando atención al entorno que a sus propias responsabilidades, por lo que escuchaba los cotilleos del personal. Le parecían bastante básicos, pero suponía que no se atrevían a hablar de lo verdaderamente importante cuando él estaba cerca—Quizás pueda arreglar ambas aristas y mejorar tu noche, Lottie —comenzó entonces el coqueteo típico del duque.

Francesc sentía la mirada casual del barman, por lo que supuso que quedarse allí mucho tiempo era mala idea, espero que él le sirviera, él rubio le dio un asentimiento—El trago de la señorita, por favor —más que una petición era una orden y es que estaba tan acostumbrado a mandar que esto le era casi natural. Cuando ambos tragos llegaron a buen puerto, pago ambos, sonriendo a Lottie con un tono burlón. No pudo evitar mirar las piernas de la muchacha por unos escasos segundos, luego respondió a su pregunta mientras daba un sorbo a su trago—Circunstancias de la vida —comentó, escueto. No podía dar más detalles, sentía la mirada del barman, por lo que tomó su vaso para terminar el contenido, sonriendo por el sabor que pasaba por su garganta y le daba la sensación de comodidad con la empezaba cada noche de juerga. Dejo el vaso, una propina para el barman y estiró la mano hacía ella—Creo, querida, que deseo bailar contigo —dijo en un tono caballero, como si aún se encontraran en el pasado, pero no obstante, ese tono burlón del rubio jamás desaparecía. Sonrío a la muchacha con una mezcla entre seducción y burla, esperando la decisión de ella.

12:43 de la madrugada. — Charlotte W. McKinnon junto a C. Francesc Dedrick. La noche está cálida, caliente, si se puede decir de otra forma. Pero especial para una noche de juerga.

Lo cierto era que Charlotte — Lottie, como la llamaban sus amigos — a pesar de ser una mujer centrada en la vida real gracias al desastre al cuál tenía que llamar vida, se había visto forzada a quedarse en el mundo y no vivir en un ensueño en el que cabía la posibilidad de que un hombre como Francesc pudiese ansiarla como ella en las noches más profundas de su vida, pero incluso con todos los aspectos sombríos de su existencia, la muchacha de piel pálida seguía esperando que algún día un hombre que no hubiese estado en prisión, que no fuese un ladrón o un imbécil... la quisiera. Un hombre totalmente diferente a todos los que había tenido. Lottie se había enamorado en el pasado de el peor hombre que existía y es por ello que era consciente de que los hombres como Francesc, por mucho que quisieran coquetear, admirar la belleza y la fuerza de las plebeyas... jamás podrían amarlas, fijarse en ellas como en un ser digno de ser evidenciado en amor en público.

Pero, si ella en este momento quería pasarla bien, quería olvidarse de que el día de mañana tenía que volver a concentrarse en sus estudios, en su trabajo... ¿Qué mal podía hacerle que un joven guapo y de miradas tan intensas quisiera pasar la noche con ella... y mejorársela? Mientras ella supiese que era una aventura, sea lo que fuese que pasara esta noche... nada malo podía pasarle. ¿Cierto? Es por eso que ella rió antes las palabras de Francesc y decidió comenzar a soltarse: por suerte la mirada en su físico por parte del castaño claro la ayudó. Ella era consciente de que tenía un físico envidiable por la mayoría, y la confianza en si misma la hizo ruborizarse; no de vergüenza, sino de orgullo. — Al parecer, como van las cosas terminaré yo arreglándote la noche, ¿no crees? — preguntó en voz baja, mientras lanzaba una mirada molesta hacia el barman, quién estaba pendiente de cada palabra de ellos dos y, Lottie esperaba que no hubiese escuchado demasiado del intercambio entre el jefe y la esclava de la limpieza.

Tomó un sorbo largo permitiendo que el alcohol ingresara en su organismo y comenzara a hacer las maravillas que le imponía a su cuerpo. Amaba el calor que le infundía el etanol en su faringe, un calor que se producía al quemar aquella área, y con una sonrisa maliciosa posicionó su mano en la extendida del joven, haciendo una pequeña referencia, siguiendo su juego del pasado. — Creo, entonces, que puedo darle el privilegio de un baile. — Bromeó, mientras gracias a su movimiento, Lottie se daba una pequeña vuelta en su propio eje permitiéndole una mirada extensa por todo su esplendor y llegando a su lado, con la sonrisa del ensueño que vivía. Probablemente el lunes, cuando volviese a trabajar él la trataría simplemente como una sirvienta, pero ahora... las cosas podrían ser diferentes. Por esta noche. — ¿Siempre le pasa igual? ¿Siempre todos están pendientes de lo que haces?

12:43 de la madrugada. — Charlotte W. McKinnon junto a C. Francesc Dedrick. La noche está cálida, caliente, si se puede decir de otra forma. Pero especial para una noche de juerga.

Si no salían del rango de visión del barman, Francesc se iba a cabrear y eso haría que saliera airadamente del lugar porque le molestaba llamar la atención, sin embargo, era en parte el culpable al venir a un lugar tan alejado de sus normales círculos donde salir de juerga. Pero estaba cansado de las típicas fiestas, que aunque eran un reventon total, lo tenían aburrido. Después de todo, necesitaba de otras partes, otras influencias y otros lugares donde poder ejercer esa manera tan autoritaria de ser. Estaba cansado de los lame botas.

La risa de ella le hizo sentirse un poco más confiado y le hizo eco el que nunca la había escuchado reír así en el trabajo, probablemente porque en casa él era casi un ogro y es que las innumerables frases de su madre eran al mil cuando él estaba con ella—Es bastante probable que sí. Tú me arreglaras mi noche y mi vida—dijo lo último como una broma, no obstante, Francesc no sabía que eso se iba a cumplir en algún tiempo más. El duque supo que ya ambos estaban cansados del hombrecillo detrás de la barra, por lo que, él rubio se puso feliz cuando ella accedió a salir de ese lugar.

—Creo, que soy el hombre más afortunado del lugar —le guiñó un ojo mientras esa vuelta le dejaba un poco más que embobado por la belleza de esa mujer pálida. Cuando ella estuvo cerca, sentía ese calor propio de otro humano en su costado, Francesc sonrió mientras caminaba hacía la pista de baile, pareciendo un caballero antiguo, sin embargo, él duque era un buen bailarín por lo que se dejo llevar por la música, bailando como solía hacer. Cuando escuchó a la muchacha, no pudo evitar poner ese mohin burlesco que tanto le conocían—¿Que te he dicho, Lottie? Trátame  como un igual—pensó un momento la pregunta y sí, solía ser así cuando iba fuera de sus círculos—A veces. Depende de si salgo de mis lugares habituales, donde hay gente de confianza, tú entiendes —comentó, mientras se acercaba a ella, estando con sus labios tan cerca de ella que podría ser ilegal. Se separó un poco pero solo para pasar su brazo por la cintura de Lottie y quedar cuerpo con cuerpo—Quizás yo vaya a mejorar tú noche —comentó, divertido mientras bailaba totalmente pegado a ella.

12:43 de la madrugada. — Charlotte W. McKinnon junto a C. Francesc Dedrick. La noche está cálida, caliente, si se puede decir de otra forma. Pero especial para una noche de juerga.

Durante unos momentos, aprovechando que la conversación se había "semi" detenido debido a que ambos estaban consumiendo sus respectivos alcoholes, Charlotte miró a su alrededor mientras buscaba un indicio de sus amigas, de sus compañeras de juerga, quienes —no fue nada de sorpresa para la muchacha— estaban en una grata compañía masculina. Se habían tomado realmente en serio lo de "disfrutar totalmente" la noche, por lo que en aquel momento, al ver las sonrisas en los rostros coquetos de sus amigas, desligó su mente la preocupación por ellas, y se deslizó con elegancia al lado de Francesc, no sin antes extenderse y dejar el vaso vacío de borrachería en la mesa el barman. Y ambos se pararon en la pista de baile, Lottie sintiendo el calor que emanaba el cuerpo del castaño claro, mientras una sonrisa iba subiendo por su rostro, extendiéndose aún más de lo que ya lo estaba. Sintió cada fibra de su cuerpo encenderse cuando Francesc a tomó entre sus musculosos brazos, y sin quererlo sus extremidades se movieron al unisono al de él. — Te debo advertir algo. — Susurró coqueta, mientras sus ojos se perdían en la inmensidad de los del duque. Aquel duque que era un mujeriego...

Aquel duque al que no debía mirar como miraba. Aquel duque que no debía hacerla sentir tan osada. Se acercó a él aprovechando que estaba semi agachado hacia ella, con sus labios tan juntos que Lottie hasta podía sentir el sabor de su aliento. Se dirigió, como quién no quiere la cosa, hacia su oreja, en donde no dudó en acercarse y posar sus labios sobre aquella zona sensible que la mayoría de personas poseían. — No sé bailar. Me tendrás que guiar. — Y luego, lentamente se separó y volvió la vista hacia él, mientras en el ambiente sonaba a música que por primera vez en la vida a Charlotte poco le importaba. Por primera vez estaba totalmente con Francesc, a pesar de lo peligroso que podía suponer aquello.

Lo quedó mirando, esperando su reacción consciente totalmente de que estaba empezando a jugar con fuego. Por un instante miró hacia sus pies, haciendo como que observaba los pasos que el castaño dedicaba para seguir la música, para así ella imitarlo, sin embargo, agachó su cabeza y cerró los ojos, mentalizándose en cerrar su corazón, en crear un muro de sólida piedra alrededor de el. "No puedes enamorarte de este hombre. O te hará sufrir. O te romperá el corazón" Alzó la mirada. — Quizá deberíamos alegrarnos la vida mutuamente, ¿no te parece? No la vida. La noche.

12:43 de la madrugada. — Charlotte W. McKinnon junto a C. Francesc Dedrick. La noche está cálida, caliente, si se puede decir de otra forma. Pero especial para una noche de juerga.