Boring events — Demian

Los eventos organizados por la Realeza Británica estaban resultando ser un coñazo. Ella había asistido a varios en su momento, pero había faltado por lo menos a la mitad de estos. Y, ciertamente, había asistido a la minoría; pero nunca había asistido a uno que fuese tan aburrido. Helena estaba intentando no caerse del aburrimiento allí, con las personas pasando a su alrededor, y sonriendo como hiena para que no se notara su desesperación.

La Duquesa Meredith de Bedford se encontraba hablando en ese preciso momento. Ella era una mujer encantadora, y a Helena siempre le había caído bien, pero estaba deseando que se callase en aquel momento. Sinceramente no sabía qué iba a hacer si alguien notaba su pesadez. Aquel evento estaba tan muerto, como apagado, quizá por la falta evidente de la mayoría de la Familia Real Británica.

Hablando de ellos... recorrió con la vista la estancia. Al fondo, se podían vislumbrar las fuentes representativas del Trafalgar Square. La brisa veraniega y el toldo ocultándoles del sol era un soplo de aire fresco. A un lado de su padre, estaba el Duque de York hablando animadamente sobre quién sabía qué, y la Reina estaba disfrutando de una copa de champagne junto a tres mujeres más. Y luego, después de un par de minutos, vislumbró a Demian vestido con traje, luciendo tan imponente y atractivo como siempre, y seguro pasándola mal con las miradas a su alrededor. Suspiró y dejó su copa en una mesa cercana, y se acercó a él, su sonrisa entre sus dientes aun— Hola, extraño —saludó al llegar a su lado—, tú definitivamente necesitas un trago. Como yo —comentó, y llamó con la mano a un camarero para que les llevase unas bebidas.

No existía nada peor que estar en un lugar donde nadie te quiere, o donde no perteneces. ¿Qué haces en una situación así? ¿Esconderte, esperando que lo peor pase? ¿O lo afrontas con tu mejor sonrisa para plantar la inseguridad en todos? Demian tenía una idea mejor: hazte el invisible y te tratarán como tal. Anteriormente disfrutaba las fiestas benéficas que su abuela y su madre organizaban, aunque fueran extremadamente largas y aburridas, Demian lo disfrutaba. ¿Ahora? No había peor tortura para Demian. Todos los invitados le miraban como si no lo conocieran, como si fuera un niño de la calle pidiendo limosna. ¿Que tan bajo podía caer?

Su madre y su abuela se compartían el micrófono mientras él se quedaba a un lado, apartado, con un vaso de champagne que ya se había calentado de no darle ningún sorbo. No tenía ánimos para nada, las miradas venenosas que algunas señoras le regalaban de vez en cuando le quitaban las ganas de hacer cualquier cosa. ¡Y el ni siquiera era el de culpar! La culpa la tenía su madre, ella era la que había tenido una aventura, ¿cómo terminaba siendo Demian el culpado?

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que ni siquiera vio cuando Helena se había acercado a el, simplemente notó su presencia cuando había hablado. Le dedicó una sonrisa y asintió. — Hola, desconocida— sentenció, con una sonrisa en el rostro mientras dejaba el champagne caliente a un lado. — ¿Mi hermano puede ponerse los pañales por él mismo? Vaya, eso es nuevo— soltó una risa pero bajó su tono de voz cuando atrayó algunas miradas. Cuando el mesero apareció ante ellos, miró a Helena antes de pedir unas bebidas, para ser más exactos, martinis.

El camarero se tardó su tiempo en llegar hacia ellos.

Mientras tanto, Helena enfocó su mirada nuevamente en todos allí, observando todo a su alrededor como si fuesen muy interesantes. Demian parecía no encajar allí, incómodo y de cierta forma, incluso agobiado por todo lo que había ocurrido a su alrededor. Y debía admitir que nadie se estaba guardando sus miradas hurañas para sí mismos. Se preguntó si no podían ser más obvios y dejar de ser tan desagradables por una vez. Pero así era la monarquía ¿no? Ella misma incluso hubiese actuado del mismo modo (alejarse un poco no contaba, vamos, eso lo había hecho por razones muy diferentes a las que todos creían) si no conociera lo buena persona que él era.

Frunció el ceño, apartando la mirada del lugar y clavándola en Demian que estaba siendo tan sarcástico que dolía. Entornó sus ojos y sonrió suavemente, antes de hablar— Qué gracioso, ¿qué se supone que significa eso? —preguntó, aunque no hacía falta respuesta, ella ya lo sabía de antemano. Su obvio apego con su hermano menor era evidente— James se las apaña bastante bien, si a eso te refieres —se encogió de hombros, hablando alegremente, porque para tomarse algo a malas, había que decirle algo demasiado malo a Helena.

Y, finalmente cuando el camarero llegó y Demian pidió las bebidas, ella le agradeció amable cogiendo su copa. Estaba tan aburrida, que no se molestó en contenerse y se bebió un trago considerable del cóctel. Demonios. Su garganta quemó ligeramente al principio, pero luego lo agradeció; y ella pudo sentirse mucho más animada en instantes.

Cogiendo con manos firmes la aceituna cruzada, se la metió a la boca masticándola con animadas ganas— Hacía mucho no te veía. Incluso creí que te habías convertido en El indeseable Nº 1 —comentó luego de comerse el fruto, haciendo alusión a como le llamaban al mago Harry Potter en una parte de la saga.