The correct way — priv.

Se asegura de que ella esté cómodamente sentada antes de reclinarse a su lado. Nadie más ocupa aquella sala, que parece haber sido dispuesta únicamente para los jóvenes. Los sillones son cómodos, y los balcones han sido abiertos para que la frisa nocturna refresque la estancia. Los ojos de James vacilan entre la apagada chimenea y la colección de licoreras que hay al fondo, sobre una bandeja de plata. Aquello es una encerrona, con todas las letras, y Jem admira la capacidad ninja de su madre por organizarlo todo aún cuando no está presente. La Reina Ninja I de Inglaterra. Habría sido un título genial.

La cena ha estado bien, dentro de lo que cabe. Ni tan aburrida como tantas otras, ni tan divertida como haber estado en cualquier otra parte. Afortunadamente ha podido quitarse la chaqueta, que daba un calor asfixiante, y aflojarse la pajarita negra que tanto le desagrada. Parece un camarero. Sonríe a su acompañante, aunque tampoco está muy seguro de qué tiene que decir. —En realidad, tenía ganas de escaparme.— Explica, encogiéndose de hombros. —La charla del barón sobre los criaderos de hormigas empezaba a resultarme inquietante.— En realidad, ese señor es inquietante. En aquella ocasión, ha acudido acompañado de su tío. Mientras el duque de York se entretenía comentando batallitas pasadas, él estaba allí mucho mejor acompañado, no vamos a engañarnos. La reina se había quedado en casa, acompañando al rey que pasaba por unos periodos de fiebres fuertes, y había enviado a su hijo como representante de la Casa Real.

No les había resultado difícil hacerse un hueco entre la multitud y salir de aquel salón. Tampoco, encontrar una sala cómoda donde esconderse de las formalidades. A fin de cuentas, aquel palacio le pertenecía. Había sido cedido para la ocasión, eso sí, a fin de que los benefactores encontrasen un lugar agradable. Sí. Era una cena benéfica, cuyo fin parecía ser la restauración de algún monumento que no era cargo del gobierno. O algo así. James se había encontrado tan aburrido, que había dejado de prestar atención a mitad del discurso del anfitrión. Pero, al menos, el postre había sido una delicia.

Es un alivio el tener a la Reina de su parte. De lo contrario, ella sabe que un momento a solas con el Príncipe James es prácticamente imposible. Sobre todo porque él y ella nunca han convivido o tenido una relación particular, más allá de un par de bailes o saludos cordiales. Lo que había que hacer por sus necesidades futuras.

Muestra sus dientes, sonriendo amable y piensa que luego tendrá que agradecérselo a la madre del joven a su lado. Esa mujer sí que sabe prepararlo todo. Mira al castaño, alto y delgado, con porte galante, y casi puede sentirse atraída por él... y su corona. Dios. Escucha atentamente lo que dice, sabiendo que probablemente él se encuentra incómodo ante la perspectiva de tener que hablar con alguien a quien casi nunca le ha dirigido la palabra, y sonríe esta vez más ampliamente, riendo— Bueno, vaya, gracias —dice fingiendo indignación, bromeando ligeramente al respecto—. Espero que no hayas aceptado estar aquí conmigo solo por eso —se toma las libertades de tutearlo para asegurarle con eso que ella pretende acercarse a él de una manera amistosa y no solo de trabajo.

Él parece ser un chico tranquilo, no demasiado interesado por ahora en todo lo que conlleva llevar un país, y es lo más lógico, teniendo en cuenta que es apenas un muchacho de diecinueve años.

Helena aguarda unos instantes, acomodando su cabello sobre sus hombros, y finalmente cruza sus piernas, su vestido negro llegando por encima de sus rodillas, antes de volver a hablar.

— De todos modos, te entiendo. El barón es un hombre muy alarmante. Me preocupan más sus expresiones, que lo que dice, generalmente —intenta animarle, acercando su mano a su brazo para hacer contacto físico, y sonríe animadamente—. En fin —suspira—, sé que ya no tendrás mucho tiempo para ti estos días, pero tienes que invitarme pronto a montar en tu moto.

Ella detesta infinitamente aquel tipo de vehículo, pero al Príncipe —segun un montón de revistas que ha leído últimamente— parecen agradarle, y no es tan malo mencionarlo si después de todo, necesita que él parezca interesado.

De toda la vida, James ha poseído un don. Un gran don. Siempre ha sido un chico encantador, el más encantador que uno pueda conocer. Con una mera sonrisa ha sido capaz de conseguir cualquier cosa, pues jamás le ha costado encandilar a las personas hasta tenerlas en la palma de su mano. Quizá sea por el aire despreocupado que lo caracterizaba, o por el toque canalla que siempre destilaban sus comentarios. El humor ácido, la sonrisa divertida, la mirada levemente maliciosa. Claro que nunca ha tenido problemas en salir estoico de una situación, siempre tuvo a la mano el comentario perfecto para salirse con la suya. Más aún, si hablamos de las damas; de cualquier edad, James conseguían llevárselas de calle con su encanto natural.

Pero últimamente, no puede evitar sentirse un poco perdido. Su toque personal ha salido herido de ese cursillo exprés en el que han intentado borrar gran parte de su personalidad, y construir sobre los cimientos equivocados al hombre perfecto, según los cánones de la reina. Por eso, en contadas ocasiones, tiene que frenar las palabras justo antes de decirlas, y pensar en qué diría el nuevo James. Ese del que todo el mundo espera grandes cosas, menos él mismo. Este James del que hablamos, el Príncipe de Gales, debería pedir perdón a la señorita por haberla ofendido, y asegurarle encarecidamente que estaba encantado con su compañía. Sin embargo, el chico tarda un segundo en decidirse. Se pone en pie y se remanga las mangas de la camisa hasta el codo, justo como no debería hacer. —Por supuesto que no, Helena, ¿por quién me tomas?— Con una sonrisa divertida se acerca hasta las licoreras, elige una al azar y la alza en el aire. —En realidad pensaba emborracharte y así poder convencerte de que vieses conmigo a exterminar esas hormigas.— Se encoje de hombros, y empieza a curiosear entre los vasos. —Verle la cara al barón entonces sí que sería toda una experiencia.— Se ríe, por lo bajo, y vierte una moderada cantidad de licor en un vaso bajo. —Así que,— Se gira para mirarla. —¿Te sirvo alguna cosa?— Sigue sonriendo, sereno, mientras la mira a los ojos.

Está acomodándose a su lado, nuevamente, cuando oye su comentario. Traga enseguida, y asiente con una sonrisa. —¿Te gustaría?— Adora a su pequeña, y por eso le brillan los ojos. —Tengo que hacer millones de trámites para sacarla siquiera de las cocheras, pero merecerá la pena si me acompañas.— Aún sonríe. La idea le resulta mucho más apasionante que las conversaciones triviales con miembros selectos de la sociedad en cenas como aquella. —Ahora, hablando en serio.— Pasa un brazo sobre el respaldo del sofá, y gira más cómodamente el torso para mirarla. —Gracias por salvarme la noche. Hoy, es usted mi héroe, señorita.— Alza la copa, con un guiño, en su honor.

Si es completamente honesta, debe admitir que James está resultando ser una agradable compañía. Él parece simpático y honesto, y relajado allí con ella. Se pregunta si es solo la faceta que quiere demostrarle al mundo, o si de verdad está mostrándose tal cual es. Sea como sea, ahí está él poniéndose cómodo con su camisa de vestir, y ella no puede apartar la mirada, riendo— Lamento informarte que, borracha o no, eso no va a pasar. Las hormigas siguen siendo seres vivos —aunque no precisamente es que ella sea considerada sino que le huye a cualquier tipo de insectos y animales. Su rostro fruncido pero divertido dice que solo está bromeando, pero aun así es bastante firme en cuanto a alejarse de los animales—, pero no te pares por mí. Deberías ir. Seguro que te lo pasarías bien con el barón —se ríe sin poder evitarlo y luego asiente hacia él—. Si, por favor —remoja sus labios sintiéndose de pronto sedienta. ¿Hace cuando no bebe líquido? Ahora mismo, su paladar se lo agradecerá. Cualquier cosa que tome está bien para ella.

Está encantada cuando a él le brillan los ojos de la alegría. Al parecer, acaba de darle en su punto débil, en el buen sentido de la palabra, y ella debe hacer todo un esfuerzo por no gritar en victoria. Sonríe y asiente, mostrando sus dientes— Por supuesto, James —dice suavemente, alisando la falda de su vestido mientras tanto—. Las motos me asustan un poco, pero estoy en proceso de dejar mi miedo. Además, contigo merecerá la pena ¿verdad? Además ¿qué es la vida sin algo de riesgo? —encoge sus hombros como si tal cosa, y le hace espacio en el enorme sillón, sentándose mejor para enfocar su mirada en él. Luego, sonríe— ¡Qué va! Si todo lo tenía preparado. Secuestrar al Príncipe era mi sueño —su voz tranquila dijo, sonriendo y jugando, aunque no estaba muy lejos de decir la verdad—. Pero ha sido todo un placer ayudarle. Además, al final he terminado ganando también ¡Si hasta está resultando ser una excelente compañía, Alteza! —exclama con tono de broma y sorpresa que, no está muy lejos de lo que ella realmente siente.

Ella en realidad esperaba aburrirse un poco con él. No porque tuviese cara de ser el tipo de chicos aburridos a más no poder, sino porque ella solía enfocarse mucho en caer bien que se olvidaba de prestar atención. Sin embargo, el príncipe había creado en ella una esperanza a poder tener una amistad al principio que no le hiciera pensar que todo lo hacía para ser alguien en la vida.

— Si todos estos eventos terminasen así, no me importaría venir tan seguido a Londres —suspiró animada después de su monólogo mental— ¿Sabes cómo podrías pagarme el favor que te acabo de hacer? —nuevamente usó su tono de voz bromista, y abrió sus ojos demostrando alegría al hablar— Viniendo conmigo a los eventos en Canadá. No parecen mejorar ni siquiera porque esté yo —colocó cara de circunstancias como lamentándose.

Eso probablemente le encantaría a su madre.