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Mensaje por Melania Fitz-James Stuart Jue Sep 03, 2015 12:39 pm

El día había llegado. Por fin, después de mil pesquisas y de que ya varios detectives de Londres no le dieran nada, uno de sus guardaespaldas descubrió un hilo del que tirar. Y deshaciendo toda aquella madeja, por fin había dado con un lugar. Una casa, muy cutre, en medio de la campiña, en la carretera que iba hacia Bath. Llevaba preparándose para ese momento demasiado tiempo como para no tardar apenas media hora en subirse a su Mini negro, adquirido en Londres cuando llegó, y coger el desvío hacia el sur, hacia su antiguo lugar de estudio. Chispeaba en su luna delantera, y unas nubes oscuras se dibujaban en el Este, augurando una tormenta aún mayor. Unos veinte kilómetros antes de llegar a Bath, aún en medio de la verdísima campiña inglesa (aburrida y lisa, como siempre la había visto Mel), tomó un desvío apenas indicado, cambiando al otro lado de la autopista y adentrándose en una carretera mucho peor asfaltada y que las ruedas de su coche de ciudad difícilmente aguantaban. Entonces la vio.

Era una caseta de esas que parecen barracones de obra, que sin embargo, tenía una puerta y ventanas extremadamente sólidas y al parecer con muchos cerrojos, además de varias antenas en el techo. Aparcó tras la caseta, de forma de que si alguien venía por el camino desde la autopista no lo viera, pero sus guardaespaldas dejaron el volvo negro en medio del camino, solo que mirando en dirección a la dicha carretera.

-Clarke entrará con usted, Miss Fitz, él es quién sabe de qué va el asunto. Yo me quedo vigilando por aquí, y la llamo al móvil si veo algún movimiento que nos hiciera ponernos en marcha inmediatamente- Melania aceptó y guió a Clarke hacia la puerta, para que hiciera su magia. Aquel inglés había sido agente del MI6, pero hubo de retirarse por una lesión. Ese hecho le había ayudado en numerosas ocasiones, pero nunca tanto como cuando le preguntó directamente si sabía algo sobre un pirata informático llamado Izaya. Clarke le dijo que el MI6 llevaba tiempo tras de él, era antimonárquico y dirigía una organización llamada “You Are Free”. Todo lo que pudo sacar a sus ex compañeros sin comprometer el desarrollo de ninguna operación fue aquella dirección, que consideraban ya como punto frío y que la organización ya no usaba. Pero algo en su corazón, en su mente o donde fuera, le decía que allí podría encontrar algo. Cuando por fin Clarke abrió la puerta, vio que el interior parecía tan desolador como el exterior.

Tenía tres ordenadores, no muy nuevos ni muy caros, y un montón de papeles. Parecía su propio despacho pero en cutre y con una considerable capa de polvo en todas partes y cables por los suelos. Lo primero que hizo fue sacara de la mochila la escopeta de su padre y montarla, dejándola apuntando al techo, apoyada en una silla y con el seguro puesto.

-¿Tú dónde empezarías a mirar?- preguntó a su silencioso guardaespaldas. Señaló a los escritorios. Melania se dedicó a uno y Clarke a otro, con resultados bastante insatisfactorios ya que casi todas las hojas eran códigos binarios, y por descontado los ordenadores no funcionaban. Se preguntó de dónde vendría la electricidad y taconeó el suelo, que, efectivamente, estaba hueco, pero fuera se empezaba a desatar una gran tormenta y no le apetecía ponerse a jugar con la electricidad de dudosa calidad de aquel sitio para que luego los ordenadores tuviera mil trampas para entrar en ellos. Clarke la llamó

-Miss Fitz, mire esta dirección IP- le mostró una hoja con varias direcciones IP, en la cual alguna de ellas estaba subrayada en rojo. La que Clarke le señalaba le era muy conocida, la había mirado durante noches enteras intentando sacar una respuesta de sus números: era desde la que había recibido su padre el anónimo, nadie había podido decirle nada más.

-Al menos no nos equivocamos de tío. Es Izaya a quien buscamos, y quizá él pueda decirnos también algo sobre Blue- Clarke asintió, tan sepulcral como siempre. Viendo que el panorama era desolador, decidió que allí ya no hacían nada, pero la tormenta ya arreciaba con toda su furia la campiña y el camino por el que habían venido no era recomendable en aquella lluvia- Esperemos un poco a que amaine, sería peligroso salir ahora- pero apenas lo dijo, su móvil vibró por la llamada de su guardaespaldas

-Dime, Hugh

-Alguien viene por el desvío de la autopista- lo dijo simplemente, sin añadir nada más, pero Melania lo entendió todo

-Está bien, trae vuestro coche detrás de la casa y quédate ahí. -Miró de reojo su escopeta sobre la silla y a su enorme agente del MI6- Clarke y yo nos arreglamos aquí dentro, siempre cabe la posibilidad de que sea alguien que vaya más allá- aunque dudaba que hubiera nada más allá por ese camino. Su corazón se aceleró, pero sus años de educación inglesa le habían enseñado a mantener la flema hasta en los momentos más estresantes. Cogió la escopeta y se sentó en la silla, apoyando los pies sobre la mesa y apoyando la escopeta en su regazo, sujeta por el brazo derecho- Échate hacia la pared, Clark, ahí se te verá menos, si no traen ninguna luz- su guardaespaldas obedeció y a Melania se le erizó el vello de la nuca cuando le oyó quitar el seguro a su Magnum. Aquello era real. Ella misma parecía del MI6, iba entera de negro, con botines de aguja negros, leggins de cuero, una camiseta negra bastante ajustada con escote en pico y una cazadora de cuero, el pelo se lo había recogido en una cola alta.

Frente a la casa paró un coche, apenas podía distinguir nada de él, dada la lluvia y la suciedad de las ventanas. Oyó unos pasos, que disminuyeron en las escalinatas que llevaban a la puerta. Cuando entró, Izaya jugó con ventaja, pues ella sólo podía distinguir una silueta que se recortaba sobre la tormenta que desataba toda su furia tras él. Su faz debía ser de estupefacción y miedo cuando vio a aquella pareja, armada, en su refugio. Melania levantó la mano izquierda

-Hola, Izaya. Pasa, pasa por favor, esta es tu covacha, al fin y al cabo, yo sólo he venido de visita- acarició su escopeta- y por esta no te preocupes, sólo la llevo por una razonable seguridad personal, al fin y al cabo, estoy amenazada desde hace cuatro años- le inquietaba aquella forma, aquella que podía ser la solución al misterio de su vida y que aún no podía distinguir- Yo soy Melania Fitz-James Stuart, por si no te dice nada, la Duquesa de Alba de España. Ya sé que le tienes un poco de tirria a la nobleza y la monarquía, me lo ha chivado Clarke- dijo señalando a su espalda con el dedo pulgar- él es un amigo, le suenas porque era del MI6, y ellos también te tienen bastante tirria a ti. Pero ahora trabaja para mí ¿a que sí, Clarke?- su impertérrito guardaespaldas contestó con un “hum” y un asentimiento de cabeza, sin moverse un centímetro. Melania chasqueó la lengua- Le cuesta coger confianza al pobre. Bueno, te diré por qué estoy aquí. No busco encausarte, ni encerrarte ni pretendo denunciarte a nadie de toda esa gente que has cabreado, a no ser que me obligues. He venido a verte por esto- Y lanzó aquel infame folio, que había leído y releído una y otra vez y que acababa con la firma de Blue, sobre la mesa- Por si no me crees, coincide con la IP que tienes aquí subrayada- puso su propia hoja al lado y esperó a la reacción del chico, que, con su silencio, había otorgado toda credibilidad a su identidad.
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Mensaje por Alexander Blake Jue Sep 03, 2015 2:54 pm

- No voy a dejar que vayas.

La pantalla del ordenador mostraba a la joven española adentrándose en sus dominios acompañada por un hombre armado que a todas luces había formado parte de las fuerzas armadas o alguna que otra organización militar. Alexander y Victoria Blake observan sus movimientos pegados a la máquina, entre curiosos y alarmados, ¿Cómo era posible que después de tanto tiempo alguien hubiera vuelto a aquel lugar? No existía nada de valor para You Are Free y todos los datos habían sido destruidos en aquel lugar pero… << ¿Seguro?, ¿seguro que no nos quedamos nada? >> La duda le estaba quemando por dentro y provoca que sus dedos aprieten la mesa con furia.

Aquello estaba siendo una vergüenza, una chiquilla se estaba atreviendo a husmear en asuntos que no le concernían y lo que era peor: Izaya no la había visto venir.

- Tsk. – Sus dedos se mueven a la velocidad del rayo por el teclado del ordenador y comienza a buscar similitudes entre el rostro que mostraban las cámaras con la base de datos de las que disponían. Si aquella chica existía, él sabría quién era. Tarda apenas treinta segundos en tener más de veinte páginas de información sobre los intrusos y levantándose del asiento abre el armario metálico donde guardan las herramientas que usan para los chantajes.

Mientras recoge una máscara con la forma del El Gato de Cheshire y un distorsionador de voz que pega en el interior de la misma, se dirige a su hermana.

- Voy a ir. Léeme todo lo que he encontrado mientras conduzco. – Enciende el teléfono móvil y coloca los auriculares sobre su cuello para poder escuchar todo lo que Victoria le va a contar de camino al que antaño era una de sus bases de operaciones. Su hermana no intenta detenerle, sabedora de que una vez que Alexander ha tomado una decisión es imposible que se eche atrás.

Diez minutos después se encuentra adentrándose en el camino que le lleva a su destino, con la información perfectamente memorizada y con la certeza de que, si su instinto no le falla, podrá controlar la situación por muy peligrosa que esta pudiera plantearse. Viste con pantalones vaqueros y una sudadera negra con capucha, la que se pone sobre su cabeza tras colocar la máscara impidiendo así que se vea nada de su cuerpo. Para terminar, antes de bajar del coche se calza los guantes de cuero negro que guarda en la guantera de uno de los diez vehículos ‘limpios’ de los que dispone su organización.

Los nervios y la emoción empiezan a pasarle factura, y mientras camina en dirección a la casa completamente desarmado no puede evitar respirar con dificultad bajo la máscara. Tenía que mantener la calma, lo peor que podía pasar era que él muriera en aquel solitario lugar y la venganza de su hermana destruyera a sus enemigos, pensó irónico. << Y luego ella se iría a la tumba conmigo. >> Había demasiado en juego como para permitirse cometer un error, y, justo antes de entrar, duda por un instante si realmente ha sido buena idea ir hasta allí.

<< Ya es tarde. >>

Abre la puerta lentamente, con un crujido que hace rompe el silencio y observa con dificultad, debido a la máscara que tapa su rostro y a la oscuridad, el interior de la casa. La joven se encuentra en primer plano, armada con una escopeta y con una aparente tranquilidad que le cautiva a la ver que le divierte. Al fondo, su guardaespaldas parece tener medidos a la perfección los segundos que tardaría en volarle la tapa de los sesos si así lo considera oportuno.

Antes de adentrarse y permitir que le vean con mayor claridad, escucha con atención las palabras de la mujer. Solo cuando lanza el papel sobre la mesa la interrumpe, haciendo que la voz distorsionada (grave e inhumana) surja del rostro del El Gato de Cheshire:

- Señorita Melania, un placer. – Hace un reverencia exagerada al tiempo que ríe por lo bajo. – Sus dotes de deducción me parecen escalofriantes, has sabido quien soy pese a que cualquiera pudiera podría haber entrado por esa puerta. O quizás ha sido solo un golpe de suerte. – Deja que sus palabras sean mascadas por los presentes antes de proseguir, sabedor de que su presencia, la máscara y la voz crean cierta inquietud. – Yo también se quién es usted… y su amable acompañante. – Lentamente gira el rostro hacía la silueta del fondo. – Antiguo miembro del MI6, sufrió una lesión que le apartó de la actividad fruto de un tiroteo… padre de dos criaturas adorables, Isabelle y Anthony, de diez y siete años respectivamente, criaturas que ahora mismo se encuentran la casa de su tía, la buena señorita Mary, que por cierto, hace unas tartas de chocolate con nueces exquisitos. Ah, siento lo de su señora, siempre son los mejores los que se van.

Sus palabras provocan que el hombre se remueva en el asiento, pero no abre la boca ni muestra atisbo alguno de nerviosismo. << Maldición, es de los buenos. >> En cambio la joven parecía sorprendida ante la información que acaba de relatar Izaya y esta continua.

- Como ve, podemos dejar los formalismos y las presentaciones. Ese papel. – No lo mira, intuye lo que viene en su interior y no quiere darle a la española el poder de conocer algo que él no sabe. – Ese papel contiene una información valiosa para usted, pero, venir a mi ''cobacha'' como usted la ha calificado de manera tan errónea y calificarse de ‘invitada’ cuando nadie la ha invitado, no son las maneras adecuadas para buscar la ayuda de la única persona que puede darle lo que ansía. ¿No cree, señorita? Y, dejaré pasar el intento de amenaza que ha proferido contra mi persona, ya que entre mis múltiples defectos se encuentra ser en extremo orgulloso y vengativo, créame, no quiere empezar una competición de destrucción en la que posiblemente, querida, usted no saldría victoriosa.

Deja unos instantes para que la tensión del ambiente se adueñe de ellos antes de proseguir.

- Ese arma no le va a servir de nada contra mi, ni contra la persona a la que busca. Izaya es solo un hombre y puede ser asesinado, pero una idea no puede ser destruida nunca. En cambio, las ideas destruyen a las personas señorita Melania, recuérdelo. Ahora, si le parece apropiado, comencemos con mejor pie. – Carraspea varias veces y finaliza. – Bienvenida a mi hogar, ¿Qué le trae por aquí?
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Mensaje por Melania Fitz-James Stuart Jue Sep 03, 2015 8:47 pm

Melania se sintió enfrentada consigo misma. Le encantaba aquella actitud, le gustaba su estudiada y pedante rebeldía, y a la vez sentía que era lo más cobarde que había visto por decir todas esas cosas tras una máscara. Le daba esperanzas que estuviera tan bien informado, pero a su vez le parecía mezquino atacar a su pobre y silencioso Clarke con algo tan importante como sus hijos y el recuerdo de su esposa muerta. Ni si quiera ella o Hugh sabían dónde se quedaban los hijos de su guardaespaldas, y conociéndole (bueno, todo lo que se pudiera conocer a ese hombre) no debía ser un sitio al azar y que se encontrara fácilmente. No pudo evitar un respingo en su asiento y mirar a Clarke. Él, para variar, impertérrito, quizá sólo un poco incómodo, parecía ella más preocupada por Anthony e Isabelle que su propio padre. Se giró y trató de recuperar la compostura. La careta no ayudaba, siempre le habían inquietado de sobremanera las máscaras, y odiaba ese aire de superioridad que desprendía Izaya. Le daba miedo, mucho, y de hecho su voz sonó bastante menos firme al hablar esta vez, como una niña arrepentida

-Te he dicho que mi escopeta es por defensa personal, no te he amenazado, he recelado como es natural. No te gusta la monarquía, y por si aún no lo sabías, tú que pareces saberlo todo, alguien asesinó a toda mi familia hace cuatro años. Yo tenía que haber ido en ese coche, ese que voló por los aires, pero un maldito examen de literatura me salvó el pellejo- su voz se quebró, y se mordió las mejillas por dentro para aguantar sus emociones- A día de hoy sigo viendo la cara de mi madre, la sonrisa que me puso antes de subirse al coche, y a mi hermano, saludándome y llamándome canija antes de que salieran por la valla del colegio- dejó la escopeta en el suelo- ¿Crees que me importa algo en esta vida? si no puedo encontrar a quien me los quitó, todo me da un poco igual. Pero antes de que decidas que merezco - hizo un signo de comillas con las manos - "no salir victoriosa" necesito contratarte para algo- se giró y bajó las piernas sentandose normal y mirando cara a cara, o mejor cara a careta, al pirata. Estaba reavivada en su cruzada y pensaba aprovechar el subidón antes de que Izaya hablara otra vez con el distorsionador y le volviera aquel miedo que se agarraba en el estómago. Apretó los dientes cuando dijo lo de la idea, por considerarlo tan brillante como inaguantable a la vez- Lo tendré en cuenta- se limitó a decir.

Carraspeó imitándole y puso su mejor sonrisa falsa, la de las recepciones oficiales o la prensa - Gracias, señor Izaya. No me imaginaba que fuera usted tan apuesto- dijo con marcada ironía por la careta, aunque lo cierto es que se fijaba en su cuerpo y su ropa y no parecía lo que ella esperaba: un gordo seboso de ropa sucia por las distintas salsas de la pizza y los nachos, de hecho, a no ser que tuviera una cara horrenda conformaba un conjunto apetecible. De nuevo la dualidad, había que concentrarse. Volvió a su expresión normal, ya ni exigente, ni irónica, simplemente sincera - Trátame de tú, somos personas, tú con más información y yo con más dinero y sólo te pido ayuda al precio que tú me pongas- "ayudaría que te quitases la máscara" pero prefirió no decirlo, porque se encontraba en disposición de hacer negocios- Te empecé a buscar por tu habilidad informática, al principio sólo eras uno más en la lista de piratas informáticos a los que podía pedírselo. Pero cuando el pregunté a Clarke si sabía algo de ti me dijo, entre otras cosas, que buscas a Blue- abrió el folio doblado y lo dejó ante él de nuevo- Este es el último email que recibió mi padre, Alfonso de Alba. Hay dos más en ese tono, y todos los firma Blue- enfrentó a los ojos de la careta, que se adivinaban claros, como los del gato de Cheeshire original- No sé por qué lo buscas, no sé si te ha jodido la vida como a mí, o si simplemente lo consideras tu único rival en la red. Lo que yo te digo es que haría lo que fuera por verlo muerto- dijo esto último desde el fondo de su corazón, con dureza del hielo en su voz, con el odio más intenso que su corazón lastimado podía producir.

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