let's cause a little trouble — mia.

Mikkel clavó la mirada en su reflejo. Joder, ¿por qué era tan rematadamente atractivo? No encontraba explicación para lo bien hecho que estaba, teniendo los padres que tenía, feos y vulgares. Momentos como ese eran los únicos en los que un superficial Mikkel parecía creer en una fuerza divina que le había cincelado a la perfección. No obstante, el rubio fue incapaz de quedarse más de diez minutos embobado con el atractivo muchacho que le devolvía la mirada al otro lado del espejo, tenía otras cosas más importantes en las que pensar.

Miró al reloj una última vez, antes de echarse una chaqueta negra por encima, para completar su atuendo perfectamente elegido. Desde que el farsante había ascendido a la realeza, se había hecho evidente que alguien como él estaba hecho para vivir entre lujos, comprándose ropa cara, disfrutando de la buena comida y juntándose con la crème de la crème. Pero no eran los lujos lo único que le hacían seguir con ese engaño. Mikkel había encajado, había conseguido encontrar personas por las que, aunque quisiese negarlo, se preocupaba y quería de forma genuina, personas que no estaba dispuesto a alejar revelando su verdadera identidad. Pero el muchacho no se paró a pensar en estas cosas mientras daba los últimos toques a su ya perfecta apariencia, comenzó a bajar las escaleras de la mansión, sabiendo que Mia llegaría puntual a su cita, pensamiento que no tardó en confirmarse al escuchar el bocinazo del Ferrari de la muchacha.

No tardó en llegar fuera, abriendo la puerta del vehículo con una sonrisa dedicada a su prima, y sentándose en el asiento de copiloto. Depositó un breve beso en la mejilla de su prima, observándola de arriba a abajo; preciosa y preparada para una noche de fiesta. Su sonrisa se ensanchó ligeramente, y se permitió guiñarle un ojo.

— Vas muy guapa, Mimi. —comentó mientras se ponía el cinturón de seguridad, y se miraba en el espejo retrovisor para terminar de arreglarse el pelo. — ¿Qué tal la semana? Espero que estés preparada para beber y bailar hasta perder el sentido. —Mikkel sacó la lengua, acompañando sus palabras de una pícara mueca. La noche es joven y nosotros también.  

Tenía su cabello liso, con un sombrero negro encima. Una falda color vino que hacía resaltar su top oscuro y para rematar tenía unos botines negros de 4 centímetros de tacón que la hacían ver más alta de lo que realmente era. Se miró en el espejo una última vez y pasó su cabello hacía atrás tratando de asegurarse de que lado se veía mejor en caso de que los Paparazzi llegaran. Ella era más del tipo de persona que iba a fiestas de alta sociedad no a fiestas para niños donde la gente se emborrachaba hasta caer al suelo, pero Mikki la había invitado, así que se decantó por aceptar la invitación y luego cuando estaría en el lugar se iba a arreglar para poder salir sin un rasguño del lugar.

Tomó su teléfono celular mientras que sus uñas manicuradas de un color rosa claro hacían hasta lo imposible para poder ser capaz de textear cosas coherentes.  Ingresó en su Ferrari blanco (ojalá, solo ojalá fuese rosa, maldito Erik) mientras que comenzó a manejar hacía la Mansión de su familia que estaba a alrededor de 45 minutos del campus. Ella era el tipo de chica que odiaba manejar, prefería tener a alguien más que lo hiciera por ella, no por que fuese mala manejando si no por que prefería ocuparse con otras cosas antes de tener que manejar ella misma.

En cuanto llegó a la mansión de nuevo, su primo se adelantó a abrir la puerta y sentarse en el puesto del co-piloto para depositar un beso en su mejilla. — Pues una siempre trata de verse mejor cada día. — le dedicó una pequeña sonrisa ladina mientras que sus ojos regresaban hacía delante. — Todo muy bien a decir verdad, incluso han estado tranquilas. Oye Mikki ¿Me haces un favor? ¿Puedes manejar tu? Pero trata de no destruía el auto en el proceso. — tenía una presencia elegante, la de una princesa con una forma de hablar a la Blair Waldorf.

Tras abrir la puerta sacó sus pies y sus tacones resonaron hacía el puesto del co-piloto donde terminó por sentarse cuando Mikkael había abandonado el puesto. Pasó su cabello hacía atrás y simplemente regresó su mirada hacía su teléfono. — ¿Que noticias nuevas hay por aquí? Estoy suponiendo que no hay nada interesante como siempre. Y por favor, dime que mi Padre no lanzó por la ventana las cajas de ropa que compré en mis tiempos de aburrimiento. — Por que ella había sido amenazada de que tenía que dejar de comprar tanta ropa y sobre todo cuando era ropa importada de Estados Unidos, Italia, Francia y Alemania. No era su culpa que habían tantos diseñadores buenos con vida.

El rubio suspiró ante la petición de su prima, asintiendo, incapaz de negarse a cualquier cosa que la rubia solicitase. Simplemente se desabrochó el cinturón de seguridad y, de un bote, se colocó en el lugar del conductor. Mia sabía, o Mikkel esperaba que fuese así, que el muchacho...no era muy buen conductor. No es que fuese por ahí atropellando viejecitas, de hecho, eso solo había pasado una vez. Pero Mikkel tenía una tendencia algo exagerada a pisar un poquito demasiado el acelerador. Apoyó sus manos en el volante y le sonrió a su prima antes de volver a arrancar el coche.

— Ni una queja respecto a mi forma de conducir. —anticipó, sin librarse de su sonrisa de chulería favorita. Aceleró, antes de contestarle a la muchacha.— Nada nuevo. Le debes una a Elsa, ha guardado las cajas en su cuarto para que no las tire tu padre. —de hecho, había sido Mikkel quién le había dado la idea a Elsa, consciente de lo mucho que valoraba la benjamina de los Kristensen sus prendas de ropa.

— No sabes las ganas que tenía de salir de fiesta. —mencionó el muchacho, conduciendo en dirección a la zona de discotecas y pubs, en la que sin duda encontrarían algo de diversión.— Tu padre me ha tenido yendo a fiestas de sociedad constantemente. Estoy cansado de presentarme a desconocidos. —puso una mueca de asco, completamente fingida, pues en el fondo, le encantaba estar rodeado de un ambiente tan distinguido y que se refiriesen a él con vocativos que denotaban su trasfondo real. Casi le hacía creer que había algo de sangre azul en sus venas. Casi.

— ¿Algún sitio en concreto al que le apetezca ir, alteza? —separó los ojos de la carretera para hacerle una divertida reverencia, antes de volver a dar un acelerón y volver a verse envuelto en velocidad.— Me han hablado de una fiesta de neón en una discoteca llamada Blackout. ¿Te suena? —.

— Estoy segura de que ya encontraré una forma de pagárselo, lo bueno es que mi bebé está a salvo y nada le pasó. —  acomodó su cabello con las puntas de sus dedos mientras que observaba el camino con el cinturón de seguridad acomodado por lo largo de su torso. Tenía las piernas cruzadas desvelando un poco más de pierna de lo que le gustaría pero ignoraba ese hecho tras estar más pendiente de su teléfono celular. Se mantenía enviando mensajes de texto con Lilah e intercalándola con Nathaniel quien no dudaba en preguntarle si ya consiguió 600 nuevos pretendientes o algo así y ni siquiera había llegado al lugar que decía Mikkel.

Escuchó lo que dijo y eso es lo que ella extrañaba, las fiestas de sociedad donde usaba sus vestidos más hermosos y lo modelaba por toda la fiesta de mano en mano bailando y hablando con gente de poder, gente que puede destrozar países si le da la gana con solo 4 palabras. Era un juego, por así decirlo y quería jugarlo todo el tiempo, por más que fuese complicado y peligroso. Aunque vivir en ese mundo significaba no estar cerca de cierta persona que su mente de alguna forma u otra terminaba pensando. — Jamás podré explicarte lo importante que son esas fiestas, Mikkie, tienes que ir a todas las que puedas, así es como conoces gente. En su mayoría falsas sí, pero te creas tu nombre y te enteras de cosas. Cosas que puedes usar eventualmente para tener lo que quieres. Todo es así de simple. — ella era buena en eso, la mejor si se permitía decir. Habían chicas que solo servían para estar ahí y causar escándalo pero ella podía ser tan refinada como quería y tan risquée como quisiera.

— Suena a fiesta de gente de clase baja, pero que más da. Ya estoy en un taxi y no quiero que nadie me reconozca ¿Quien me va a reconocer entre esa gente? Nadie. Mete pie Mikkie, ya tenemos nuestra destinación. — enocgió sus hombros y regresó su mirada hacía su teléfono celular mientras que respondía el último teto que le enviaron. — Ugh... ¿Como un hombre puede ser tan complicado? Osea, le digo que no haré nada del otro mundo, que estoy contigo y me dice que no debería ir. No es como si me fuese a emborrachar y bailar sobre una mesa. — rodó sus ojos, por que la verdad es que ir cual chica de Cabaret no era precisamente algo que ella quería hacer.