Smile for the camera | Blue

Había inaugurado la nueva renovación de la embajada danesa en Londres aquella mañana, y la verdad es que estaba saturada de flashes de cámaras y periodistas queriendo llamar su atención. No servía para eso. Erik y Mia siempre habían sabido comportarse mejor que ella, pero ella también debía mostrarse en público de vez en cuando, en situaciones que no estuvieran relacionadas con fiestas y alcohol. Pero eso no quería decir que lo disfrutara, así que cuando las mandibulas ya le dolían de tanta sonrisa falsa fingida para las cámaras, tuvo su oportunidad.

No era la primera vez que conseguía despistar a su equipo de seguridad, ni sería la última. Y sabía que la buscarían, por supuesto, pero tenía la experiencia suficiente para evitar que la encontraran, al menos durante un rato. Teléfono apagado, para que no pudiera usar el gps de seguimiento, gafas de sol para despistar a la prensa y pasos ligeros que la llevaron lejos del centro de Londres. No tomaba taxis, porque hubiera sido demasiado obvio, y transporte público muchisimo menos porque... iug, gente a montones, unos encima de los otros por falta de espacio, y olor a sudor.

Al final encontró una cafeteria pequeña y aparentemente acogedora, a la que decidió entrar. Porque eso era todo lo que hacía en sus paseos sin seguridad: cosas de persona normal. Y aún así, a duras penas lo conseguía, y aquella vez también le sería complicado, porque en cuanto entró y se quitó las gafas de sol (porque mantenerlas dentro de una cafeteria llamaria incluso más la atención), oyó varias de las camareras susurrando por lo bajo. Con un suspiro resignado se acercó a la que parecía más distraída, secando unos vasos.

- ¿Me puedes poner un capuccino? Canela en vez de cacao, por favor. - pidió una de sus excentricidades, y es que de poder le echaria canela a todo lo que tomaba. - Y podrías indicarme que hay de relevante en esta zona. Acabo de tomarme la tarde libre.

Por pura inercia se giró hacia la puerta, para comprobar que era zona libre de paparazzis todavía. Su importancia mediática en Londres no era tan grande como en Dinamarca, y por eso estaba más tranquila viviendo en Inglaterra, pero siempre había algún periodista sin notícias que no tenía nada mejor que publicar, que la princesa de Dinamarca tomando capuccino en un café de las afueras.