The bad girls know best
No tenía pensado empezar a quitarle a la gente cosas esa noche, pero si la ocasión se lo presentaba así y al chico le faltaban unos cuantos de frente y se lo ponía en bandeja, no iba a decir que no. El niño rico, demasiado centrado en lo que tomaba, ni siquiera se acordaría de los billetes que aplastaba en el asiento. Billetes que a Bryden le venían de perlas. Lo que no se esperaba es que la chica, la ojiazul, se lanzase a ayudarla. Se arrepintió, entonces, de la mala mirada que le había dado, dejando caer una pequeña sonrisa.
Esperó a que ella se acercase e hiciese lo suyo mientras ella se acomodaba en el asiento de al lado, sin hacer demasiado ruido. Estaba en un día de suerte, ya que no había nadie detrás de la barra y todo el mundo estaba demasiado ocupado —o, mejor dicho, borracho— como para fijarse en la castaña menuda, a la que seguramente le faltaban unos cuantos centímetros para aparentar la edad que realmente tenía. Pero de eso no se quejaba, ya que era más bien una ventaja.
En cuanto la morena se puso en acción, arruinando la camisa del chico, Bryden fue alargando la mano para pillar el momento perfecto. Vio la señal de la contraria, quien parecía demasiado borracha por sus palabras, para alargar la mano y sacarle la billetera al rubio. En ese momento de tensión, pensó lo peor: que si el chico se levantaría y armaría un espectáculo allí, en medio del club, o que la amenazase con otra cosa. Pero, con suerte, nada ocurrió. Al parecer, se había quedado distraído, demasiado ocupado debatiendo en si ir al baño para recuperar la dignidad de su camisa o quedarse hablando con la morena. En todo caso, el trabajo de Bryden ya había terminado.
Alzó la cartera lo suficiente como para que la extraña se diese cuenta y después se la metió entre los sujetadores. Y ahí no había pasado nada. Pero sintió que se lo debía a la morena, así que no se alejó demasiado, sólo lo suficiente como para que el chico no se diese cuenta de que había sido ella. No sabía a ciencia cierta si es que a la ojiazul le interesaba el perdedor, pero esperó a que terminase para darle su parte del botín.
¿No había otro subnormal igual alrededor? Si existía otro idiota como aquél que le regalase el dinero así, inesperadamente, Bryden estaba dispuesta a poner las dos manos en el aire. Miró, a ver si alguien más se había olvidado de que ladrones como ella, menuda y con cara de inocente, aún no se habían extinguido.
Dom Sep 20, 2015 6:37 pm por Sofía V. De Doménech
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Jue Sep 03, 2015 11:53 pm por Alexander Blake